domingo, 13 de febrero de 2011

Encuentro en el café Gijón

Cuarta entrega.
Febrero de 2011.



Cuando esa tarde llegué al centenario café Gijón el ambiente era como un caldo denso formado por un barullo de conversaciones que subían y bajaban de tono.
     Nada más entrar me topé con una mesa donde Pedro Almodóvar y Bibí Andersen hablaban de James dean; comentaban que de estar vivo, el pasado ocho de febrero hubiera cumplido 80 años. Un poco más allá divisé a algunas actrices y actores que conversaban en forma acalorada, probablemente de los Premios Goya (*) que la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España entregarían el 13 de febrero en el Teatro Real de Madrid.
     En otra mesa, junto a los ventanales que dan a la calle Recoletos, dos escritores cuyos nombres no recordé y la madura y bella escritora uruguaya Carmen Posadas, gesticulaban ostentosamente con sus manos.
     Sin embargo Muchosnombres, al parecer, aún no había llegado.Después de un par de minutos de escudriñar por todos los rincones, me entretuve en mirarme en un espejo y me di cuenta que me veía enjuto y encorvado. me dije "Cúidate, mira que para ti sí que transcurre el tiempo". Estaba en eso y pensando en que Muchosnombres no acudiría la cita, cuando se me acercó un camarero octogenario que me consultó apresurado:
- Señor ¿Es usted quien tiene una cita con Muchosnombres?
- Sí ¿Por qué? - sin saber porqué contesté a la defensiva, como si hubiera estado siendo observado por una tribu de cazadores de cabezas en plena selva Amazónica.
- Por favor, sígame, le esperan.
Se giró en 180 grados y, de inmediato, comenzó a caminar con un pasito bailado como lo hacen los soldados de la Legión cuando desfilan el Día de las Fuerzas Armadas con cabra incluida, dándome apenas tiempo para seguirlo, hasta que llegamos a una mesa donde había una bella y sonriente joven de edad indefinible, con una minifalda que daba hipo, una cintura de avispa y un escote, como se dice coloquialmente, "demasiado para el cuerpo". Me quedé quieto, observándola con la boca abierta. Entonces la chica se puso de pie, me besó en ambas mejillas y me susurró con voz sensual y acento afrancesado:
- Tonto ¿No me reconoces? Soy yo ¡Muchosnombres! 
- ¿Cómo que eres Muchosnombres si él es un hombre? - pregunté yo incrédulo, y agregué - Además él habla un impecable castellano de Burgos.
     Debo haberme quedado con una cara similar a la de unos amigos míos después de haberse fumado unos pitillos de marihuana en un coffee shop de Amsterdam llamado "Grasshopper", porque muchos me miraron extrañados como si hubiera estado volando a propulsión "canuto".
     La hermosa mujer, o sea Muchosnombres , intentó cerrarme la boca con la mano para evitar continuar llamando la atención y, a la vez sacarme de mi encantamiento. Finalmente me sacudió por los hombros y mirándome fijamente a los ojos me transmitió en forma telepática el siguiente mensaje: "Soy el ying, pero también soy el yang, la dualidad de todo lo existente. Y digamos que hoy me ves como ying. ¡Cálmate!".
- ¿Dónde está la cámara oculta, Dios mío, dónde está? - Balbucee yo por lo bajini mientras buscaba el objetivo por todos los rincones del café.
- Hombre, no hay cámara oculta. Soy tu amigo y no te estoy gastando ninguna broma. Nos conocimos en el Parque del Retiro ¿No me recuerdas?
     En ese momento se acercó el camarero para preguntarnos qué nos serviríamos. Ambos optamos por un café con leche y un cruasán a la plancha. Apenas estuvimos solos yo volví al ataque con toda mi caballería.
- No lo entiendo ¿Es que un día eres hombre y otro mujer? ¿O el cambio va por semana sí semana no? ¿Qué significa esto? - le dije señalando con mi dedo índice sus maravillosas piernas enfundadas en unas medias negras, que terminaban en un liguero con pequeñas florecitas doradas bordadas en forma primorosa.
- Esto que llamas "¿Esto qué significa?" son mis piernas, como puedes ver son largas, bien torneadas y me llegan al suelo. Me parece que a pesar de lo que hemos hablado sigues sin entender nada, mon ami. 
- ¿Pero cómo quieres que entienda, mademoiselle? - argüí yo metiendo en forma forzada una palabra en francés para que se diera cuenta que no estaba hablando con un don nadie, sino con un tío culto como Sánchez Dragó. Y continué - Lo que va a suceder es que me voy a volver loco. Anteriormente Muchosnombres me dijo que él es algo así como Dios, y ahora te presentas tú, una mujer exuberante de los pies a la cabeza, y me dices que eres Muchosnombres. ¡Esto es suplantación de personalidad por partida doble! ¿Por qué ahora tengo que creerte que eres Muchosnombres?
- ¡Merde! Porque soy quien te dice que soy. La semana pasada estuvimos almorzando en el Casino de Madrid donde, por incrédulo, terminaste con tu chaqueta llena de mierda de pájaros y acojonado por la presencia de un Tyrannosaurus Rex que tú mismo me pediste que, a modo de prueba, te hiciera aparecer. ¿Sí o no?
- Este, sí...así fue - dije yo un poco más tranquilo.
     La verdad es que a estas alturas del partido, frente a esa diosa de carne y hueso, yo era capaz de tragarme cualquier camelo. Si me hubiera dicho que yo era Manolete, incluso hubiera sido capaz de torear toros de la ganadería de Miura, ahí en medio del salón. Además estaba tan turbado que no sabía si mirarla con los ojos que se mira a una mujer o con los que se mira a un hombre.
- ¿Y si la próxima vez te presentas con la apariencia del Orfeón Donostiarra? 
- No sea exagerado gâteau. Vamos tranquilízate "gatitó" y deja tus dudas y tus nervios a un lado - Cuando dijo "gatitó", lo dijo ácentuando la letra "o" de una manera tan sexi y poniendo los labios como cuando Sarita Montiel canta "Fumando Espero", que casi me meo de la emoción. Y agregó - Siéntate bandido para que sigamos conversando en forma civilizada como lo hemos hecho en nuestros encuentros anteriores.
- Ya estoy sentado. Pero es que...
- Pero es que...pero es que...mira, para que te convenzas del todo durante tres segundos volveré a tener la apariencia con que me has conocido anteriormente, pero de inmediato volverás a verme como me estás viendo ahora. Abre bien los ojos, cierra la boca y haz trabajar tus neuronas.
     Y así fue. De repente vi como en una instantánea al Muchosnombres de siempre, pero de inmediato volví a verlo como "madre mía qué cosita más rica". Entonces me tranquilicé y poco a poco me fui convenciendo que esa bella mujer era Muchosnombres, aunque con otro aspecto que a mí me empezaba a trastornar.
- ¿Qué tal? - preguntó.
- Todavía con tiritera - exclamé yo.
     Al oír mi respuesta Muchosnombres se echó a reír.
- Qué divertido eres, pillín. ¿Cómo te ha ido esta semana? - me consultó pellízcándome un moflete, con una gracia, que ya la hubiera querido tener Marilyn Monroe cuando cantó a John Kennedy el mítico "Happy birthday mister President".
     Estaba todavía tan turbado que en forma entrecortada le contesté:
- Me ha ido bien ¿Y a ti qué tal? Aunque por buena educación creo que debo preguntarte si te puedo seguir tuteando.
- Pero hombre, si desde el primer minuto que hablamos nos tuteamos ¿Por qué ahora no? En cuanto a cómo me ha ido, te contesto que très bien.
- Claro, es natural ¿Cómo te va ir mal a ti que si quieres puedes ser Bill Gates, Lady Gagá, la Duquesa de Alba o quien se te ocurra?
     Y me miró sonriente, haciéndome un gesto con sus manos, como queriendo
decirme "¿Qué quieres que le haga?".
- ¿Otro café?
- Oui, mon amour - asentí yo sin darme cuenta de lo que balbuceaba. Y continué - ¿Sabes? he pensado mucho en nuestros encuentros anteriores para explicarme esta relación nuestra. Y una de mis teorías es que no son más que sueños míos. Pero por si estas pláticas nuestras fueran reales he hecho una lista de cosas que quiero preguntarte.
- Eso está bien. Una de las cosas que más me gustan de tu especie es el afán por saber más y más.
- Es que para nosotros hay cosas que nos cuesta mucho entender.
- Bueno, no a todos. En honor a la verdad a unos más que a otros.
- Así es. Yo soy del grupo que nos cuesta un poco entender ciertas cosas.
- Puedes preguntar, pero te advierto que como hago siempre, te contestaré sólo lo que yo quiera contestarte.
- ¿Hiciste tú el universo?
- ¡Fiuuuuuuu! - silbó - ¿Cuál universo?
- Ya sabes a que me refiero. Al cosmos. A todo lo que nos rodea, a todo lo que existe. Esto que algunos como mi amigo Richard Appleyard dicen que comenzó con el big-bang
- Voy a repetirte lo que te he dicho en otras ocasiones. Yo no necesito crear el universo porque el universo forma parte de mí. Y yo he existido siempre. En cuanto al último big-bang, fue una explosión que ocurrió hace apenas un poco más de trece mil millones de años. Y para que sepas, y se lo puedes decir a tu amigo Richard, no ha habido un solo big-bang, sino que han habido infinitos big-bang con sus correspondientes infinitos bigs-rips.
- ¿De verdad que te parece poco tiempo más de trece mil millones de años?
- ¡Me parece una mierrrrda! Trece mil millones de años es menos que un instante.
- ¿Cómo que menos que un instante? ¡No seas exagerada!
- Te he repetido más de media docena de veces que para mí todo ocurre a la vez en una especie de singularidad espaciotemporal.
- Pero no puede ser, hay un factor que se llama tiempo y que...
- ¿Ves? Aunque te lo explique trece mil millones de veces no lo entenderías.
- No me ofendas ¿Por qué no puedo entenderlo?
- Porque en esa carcasa de cuerpo que posees no tienes instalado el software necesario para entenderlo. La carencia de este programa es una de las razones por las que casi todos vosotros estáis obsesionados con el antes, con el durante y con el después.
- ¿Es que no es así?
- ¿De nuevo, mon Dieu? Pareciera que es así pero no lo es.
- Pero si la semana pasada, o sea antes de ahora, estábamos comiendo en el restaurante del Casino de Madrid; y hoy estoy aquí conversando contigo, que dicho sea de paso estás como un tren; y mañana tengo cita con el urólogo porque tengo mi revisión anual de próstata. Si fuera ahora al urólogo la secretaria me diría: "El doctor no puede atenderlo hoy, porque su cita es mañana". ¿Te das cuenta que a efectos prácticos todo no ocurre a la vez?
- ¿Y?
- Intento decirte que antes, repito antes, estuvimos en otros lugar; que hoy, repito hoy, estamos aquí; y que mañana, repito mañana, yo estaré en un sitio distinto y tú quién sabe dónde.
- ¿No te has parado a pensar que tus sentidos pueden engañarte?
- Sí, lo he pensado, pero son los que tengo. No tengo sentidos de recambio. Y con estos sentidos que tengo, desde niño he intentado explicarme el infinito y la eternidad y no logro entenderlo. Algo se me escapa.
- ¿Sólo algo?
- Bueno, mucho. Casi todo.
- Mejor no te preocupes más porque nunca lo vas a entender.
- Entonces explícamelo tú.
- ¿Para qué? No lo entenderías.
- Mademoiselle, aunque sólo sea una breve introducción a la eternidad y al infinito.
- ¡Insistente, el "jodío"! Quizá algún día te explique un cachito. Y ojo, estoy usando un término tuyo referido al futuro.
- ¿Cuándo me lo explicarás? ¿Cuando esté muerto?
- Oye, cuando hablas de la muerte lo haces como con un ritintín negativo.
- Es que ésa es otra, a ninguno de los humanos nos gusta morir. 
- ¿Y por qué algunos se suicidan?
- ¡Touché!
- Mejor míralo en forma positiva. La muerte es algo natural. Es pura igualdad. Es lo más justo que existe. La diseñé de manera que nadie se pudiera escapar de ella. Ni los que acumulan dinero, ni los que acumulan poder. Ni tan siquiera los que acumulan sabiduría. Imagínate cómo sería esta selva vuestra si los inmensamente ricos que viven en este grano de arena en que vivís pudieran por ejemplo, comprar 200 años de vida. O mil años de vida. O diez mil años de vida. Y no sólo es que traten de vivir más de una vida, sino que también sueñan con mantenerse sexualmente activos durante todo ese tiempo que anhelan poder comprar. Sobre todo ésos que llamáis famosos. Ésos que durante sus vidas han presumido de haberse acostado con miles de mujeres. Como si eso fuera una hazaña heroica. Sin embargo la mayoría de esos egoístas jamás han hecho algo realmente heroico en sus perras vidas, como salvar otras vidas o disminuir el dolor y el hambre de millones de sus semejantes que padecen y sufren cada día.
- Tienes razón Muchosnombres, si pudieran comprar tiempo de vida sería totalmente injusto - le confesé ya más convencido de su argumentación, aprovechando a echarle un buen repaso a sus meridianos y a sus paralelos corporales.
- Oye...¡jajajá!"...me has mirado de manera libidinosa, como solía mirarme Rodolfo Valentino. ¡Mmmmm! a propósito de Valentino, como no quieres que mencionemos tu nombre verdadero, desde ahora te llamaré Valentino ¿Te parece bien?
     A esas alturas de la tarde invernal, ya con las penumbras afuera, el café Gijón se había llenado hasta los topes. Entre el aroma a café y el calorcillo que lo inundaba todo, acepté que Muchosnombres me llamara como quisiera llamarme.
- Velentino me parece bien. Y me has caído tan en gracia que a ti te lo consiento todo - le contesté arreglándome con coquetería los cabellos de mis sienes.  
     Fue entonces, cuando yo ya estaba como una moto de entusiasmado con ella, que me dijo: "Valentino, tengo que irme". Luego escribió algo en una servilleta, la besó dejando sus labios impresos en ella y me la entregó. Leí el mensaje en silencio y me preguntó:
- ¿Te parece bien el día, la hora y el lugar del próximo encuentro?
     Estuve a punto de contestar "Sí, mi amor", pero me contuve y asentí con la cabeza. Pagué la cuenta y luego salimos juntos hacia la calle mientras que casi todos los hombres me miraban con envidia, probablemente pensando que de ahí nos íbamos directos a acostarnos al hotel Ritz.
Ya en el paseo Recoletos, Muchosnombres sonriente y envuelta en un perfume embriagador, me besó en los labios hasta hacerme estremecer. Luego me dijo adiós y tiró para el lado del Museo Reina Sofía. Y yo con cara de bobalicón y hablando solo y en voz alta, comencé a caminar en dirección hacia el Museo del Prado.-

(*) http://premiosgoya.academiadecine.com/home/index.php